|
UNA HERMOSA RELACIÓN AMA-ESCLAVO
CAPÍTULO 1 – La primera sesión
Desde
edades tempranas de mi adolescencia recuerdo tener fantasías sobre una mujer
ejerciendo poder sobre mí. Tanto psicológicamente como físicamente, que me
atara e inmovilizara para tenerme a su completa merced, sin que yo pudiera
hacer nada para evitar lo que estuviera por hacerme, que me usara a su antojo y
para su placer, que me humillara, e insultara degradándome verbalmente. Nunca
me animé a hablar de esto con nadie, pero con mi última y actual pareja, con
quien sostenía y sostengo una relación de profundo amor, respeto mutuo y de
apertura completa acerca de mí mismo, sentía que podía ser algo diferente. Así
que le comenté acerca de mis inusuales deseos y fantasías y le describí más o
menos cómo era el mundo del BDSM.
La
sensación que me dio, fue que escuchó atentamente, y que me respetaba y amaba
mucho a pesar de todo lo que le había dicho, pero que no le interesaba y que
francamente no le gustaba este asunto. Así que me resigné a seguir soñando por
las noches con esto y masturbándome en soledad viendo videos de chicas atadas y
atormentadas.
Un
día como tantos otros llegué a su casa para verla. Hacía un par de días que no
nos encontrábamos por lo que estaba particularmente con muchas ganas de
abrazarla fuerte y besarla por un largo rato. Pero ese día algo estaba
distinto...
Estábamos
solos, así que me hizo subir a su habitación. Ella entró detrás de mí (no me
dejó que la dejara pasar antes que yo, como hubiera correspondido) y ni bien
cerró la puerta me dijo en tono severo
-Desnúdate,
esclavo.
Esto
me tomó completamente por sorpresa, por lo que me quedé un par de segundos
totalmente inmóvil, repitiendo las palabras que Michelle acababa de decir, como
perdido en el ensueño. Ella rápidamente me devolvió a la realidad cuando, al
ver que no me movía, se acercó y me dio una fuerte nalgada en el culo.
-Dije
que te desnudaras... ¿es que eres tan estúpido que no puedes seguir unas
simples órdenes?
Enseguida
volví al momento y le respondí:
-Sí-,
desprendiéndome el cinto. -Sí, ¿qué?- me respondió. -Sí, Ama- le contesté sin dudar.
-De
ahora más no vas a hablar a menos que yo te pregunte algo o te pida que hables,
¿entendido?
-Sí.
Otro
fuerte cachetazo al culo fue mi respuesta -¡¡SÍ AMA!! Y espero no tener que
volver a repetirlo-.
-Sí,
Ama- le contesté.
Terminé
de desabrocharme el cinto, me quité los zapatos y las medias, me desabotoné los
pantalones y los dejé caer al suelo. Rápidamente me desprendí la camisa y la
deseché junto con el resto de mi ropa.
Viendo
que dudaba, Ama Michelle me dijo -Tus calzoncillos también, esclavo-.
-Sí,
Ama.
Mis
calzoncillos fueron a parar con el resto de la ropa. Permanecí allí parado un
momento, con mi erección claramente visible.
-Así
que parece que esto te excita... ¡No quiero que tu verga esté parada todavía!
¡Quiero que inmediatamente vuelva a su patético tamaño original!
La
miré con cara de interrogación, no sabiendo qué hacer para que ello sucediera.
-Parece
que no entiendes, esclavo de mierda-, y Ama Michelle se acercó dándole un
chirlo a mi pene erecto. –Arrodíllate, siéntate en tus talones y mira al piso.
Rápidamente
hice como me instruyó mi Ama. Ella se fue a buscar una caja que tenía guardada
en un armario y que estaba cerrada con un candado. La colocó encima de una de
las dos camas de su habitación y la abrió. Debido a que la luz en el recinto
era bastante tenue, no podía alcanzar a ver lo que había dentro de ella. De
todas maneras, seguí mirando al suelo como mi Ama me había ordenado. Sacando
algo de la caja, ella se acercó a mí y pude notar que se trataba de un collar.
-Besa
tu collar, esclavo. Ahora me perteneces y pienso hacer contigo lo que me
plazca, ¿entiendes? ¿te gustaría eso?
-Sí,
Ama-. Ama Michelle acercó el collar a mis labios y le di un pequeño beso. Luego
lo ajustó en mi cuello. Ama Michelle tomó mi cabeza entre sus manos y alzándola
me dio un beso muy profundo, muy romántico. Se alejó lentamente, rompiendo el
beso y mordiéndome el labio inferior, primero suavemente y al terminar
haciéndolo con fuerza. Buscó en la caja una venda para mis ojos y me dejó
“ciego”. La venda era bastante efectiva.
-Ponte
de pie.
Sin
dudarlo me puse de pie y esperé a la próxima instrucción de mi Ama. Ella me
empujó a la cama y caí en ella con fuerza, boca arriba. Ama Michelle se trepó a
la cama y encima de mí rápidamente, sentándose en mi vientre. Tomó mi mano
izquierda y con un par de esposas la aseguró al poste izquierdo de la cama.
Repitió el procedimiento con mi otra mano y luego se puso de pie. Nada ocurrió
por unos segundos, supongo mi Ama estaba contemplando su trabajo y observando
mi desnudez. Después ató mis tobillos a los otros extremos de la cama,
dejándome perfectamente atado en posición spread-eagle en la cama, sin poder
moverme demasiado.
Escuché
sonidos de ropa al caerse. Seguramente mi Ama se estaba poniendo más cómoda.
Luego se trepó nuevamente sobre mí. Sentí inmediatamente que ya no tenía sus
pantalones. Aún tenía su bombacha, sin embargo. Acercó su boca a la mía y me
besó profundamente, como pocas veces antes lo hizo. Luego se acostó sobre mí,
con lo que descubrí que tenía el torso totalmente desnudo y el sentir el roce
de sus tetas contra mi pecho desnudo llevó mi excitación a un nivel más alto. Me
susurró al oído:
-¿Me amas?
-Sí, Ama- le contesté.
-Más fuerte, dime que me amas.
-¡La amo, Ama!
-No escucho, convénceme de que es cierto.
-¡¡LA AMO CON TODA LA FUERZA DE MI CORAZÓN, AMA!!-
grité. Era absolutamente verdad. Y ahora, más que nunca.
-¿Y qué eres?
-Su esclavo, Ama.
-¿Completamente mío?-, sentí entonces que sus dedos
acariciaban la cabeza de mi pene erecto.
-Completamente suyo, Ama.
-¿Cuerpo y alma?
-Sí, Ama.
-¿Y tu inútil verga es mía también?
-Sí, Ama, soy todo suyo.
-¿Y puedo hacer con ella y con vos todo lo que quiera?
-Sí, Ama.
-¿De verdad todo lo que quiera? Mira que pueden surgir
oscuros y diabólicos pensamientos de mi cabeza.
-Puede hacer conmigo todo lo que quiera, Ama. Yo
existo para servirle y complacerla.
-¡Qué buen esclavo!- y entonces besó mi mejilla y
apartó su mano de mi verga necesitada. Ya estaba desesperado por sentir sus
manos tocándome.
-Bueno, mi putita- me dijo -, bésame hasta que me
canse.
Acercó su cuello a mis labios y comencé a besarle su
cuello. Siempre supe que esa es una de las partes donde más le gusta que la
bese, y me había vuelto bastante bueno complaciéndola en ese sentido. Poco
después acercó sus redondos y perfectos pechos para que se los besara y en
cuanto mis labios los tocaron por primera vez en el día, mi Ama soltó un
suspiro. La estaba excitando, y eso no sólo me ponía feliz sino que me excitaba
más aún a la vez. Besé sus pechos con entusiasmo, por todos ellos y luego
presté especial atención a la zona alrededor de sus pezones, finalmente
llevándolos completamente a mi boca y chupándolos con fervor. Mi Ama seguía
haciéndome saber que estaba muy excitada gracias a los sonidos que soltaba.
De repente, se separó de mi boca. Se dio la vuelta,
sentándose sobre mi ya muy dura verga y me acercó sus pies a la boca. Chupé sus
dedos con muchas ganas, lamiendo y besando sus pies como si fueran el mejor de
los caramelos que pudiera probar. Mientras yo hacía esto, ella movía su trasero
sobre mi pene, haciéndolo saltar y temblar. Yo también entonces gemí y suspiré.
Dejando mi verga de lado y nuevamente con deseo de
más, mi Ama volvió a llevar sus tetas a mi boca. Nuevamente las besé y chupé
sus pezones como le gusta a ella, mordiéndolos levemente. Esto la llevó a un
estado de suprema excitación, al parecer.
-Me estás excitando mucho, ¿sabes? ¿Te gusta
excitarme, putito mío?
-Sí, Ama.
-Parece que vos también estás muy excitado, tu verga
está muy dura...
-Sí, Ama.
-¿Te gustaría terminar?
-Sí, Ama, por favor...
-Ruégame.
-Por favor, Ama, permítame terminar. Sería el regalo
más precioso que le podría otorgar a su cochino esclavo y putito. Por favor,
Ama, se lo suplico.
-Está bien, mierdita mía, me convenciste... ¿te
gustaría saber cuánto me excitaste?
-Sí, Ama.
Entonces Ama Michelle se paró, se quitó su bombacha,
quedándose completamente desnuda y metió con fuerza su ropa interior empapada en
sus jugos vaginales profundamente dentro de mi boca, haciéndome saborear su
rico vino. Aseguró su preciado tesoro en mi boca cerrándola con cinta scotch.
Enseguida sentí su lengua sobre mis bolas, lamiendo y
llevándome al éxtasis. Pronto estaba lamiendo también mi pene y no tardó
demasiado en engullirlo en su boca. Quería soltar aullidos de placer, pero la
efectiva mordaza de bombacha me lo impedía. El sabor en mi boca no hacía otra
cosa que excitarme más aún.
Mi Ama siguió con su fellatio hasta el punto en que
casi llego al orgasmo. Entonces se detuvo y fue a buscar algo. Cubrió mi verga
con un condón y sosteniendo mi miembro con ambas manos me preguntó si de verdad
quería terminar. Le dije que sí con la cabeza y entonces insertó un tapón anal
en mi culo, lentamente... moviéndolo con destreza. Mientras hacía esto, empezó
a masturbarme con su experta mano, haciéndome soltar mi esperma en el látex del
preservativo, mientras cogía mi culo con el tapón.
Tras tener mi orgasmo, mi Ama siguió violando mi culo
con el tapón, metiéndolo y sacándolo y no dejándome respirar, manteniéndome en
un nivel de placer supremo. De pronto, lo dejó allí adentro, lo más profundo
posible y quitó mi mordaza. Me besó profundamente.
-Eres mi esclavo y vas a hacer todo lo que te ordene-
me dijo mientras desenrollaba el condón de mi verga -. Ahora vas a tragarte
todo tu sucio desecho, cochino de mierda.
Mi cara cobró un estado de sorpresa y repulsión
instantáneamente; pero la venda y la rapidez de mi Ama evitó que pudiera hacer
algo al respecto, ya había vaciado el contenido del preservativo en mi lengua y
me exigía que me lo tragara. Así lo hice...
-Así me gusta. Un buen esclavo debe poder ocuparse de
limpiar su desperdicio.
-Sí, Ama –le respondí.
Ama Michelle volvió su atención nuevamente a mi
penetrado culo y me cogió un rato con el tapón. Cada tanto yo soltaba un gemido
de placer, lo que seguramente complacía sobremanera a mi Ama.
Cuando retiró el tapón de mi culo me dijo enojada:
-¡Pero mira qué sucio que está esto! ¿A vos te parece
ensuciar el juguete que te gusta tanto de esta manera?
-No, Ama.
-Te gusta que te coja por el culo, ¿no, putito?
-Sí, Ama.
-Dime cuánto te gusta.
-Me encanta Ama.
-¿Qué te encanta?
-Que me coja por el culo, Ama.
-Yo no puedo guardar esto en este estado. Lo piensas
limpiar, ¿no?
-Sí, Ama –le contesté, seguro que entonces me soltaría
para que pudiera ir al baño a lavarlo con agua y jabón. Pero qué equivocado
estaba...
Sin previo aviso, Ama Michelle metió el tapón en mi
boca y me instó a que lo limpiara con la lengua. Intenté protestar, pero el
tapón ahogaba mi voz. Intenté apartarlo, pero estaba firmemente atado como para
poder quitarlo de mi boca. Intenté mover mi boca, pero mi Ama era más rápida y
lo mantenía dentro de ella. Pronto desistí a la resistencia y comencé a limpiar
mi materia fecal del juguete. Al principio fue nauseabundo, pero luego me
acostumbré al olor y sabor y lo dejé relucientemente limpio. Esto complació
mucho a mi Ama, que entonces me desató, aunque dejó la venda puesta, y me
instruyó a que le lamiera su vagina para que ella pudiera también tener su
orgasmo.
Sin perder tiempo sacudí su vagina y clítoris con mi
lengua, haciéndola tener olas de orgasmos en poco tiempo. Mi Ama me devolvió el
favor y me recompensó por haber limpiado el tapón anal tan bien llevando mi
verga una vez más a su boca, chupándola por unos cinco minutos y haciéndome
terminar una vez más, esta vez en sus pechos.
-Te amo, esclavo mío. Vamos a dormir una siesta –me
dijo mientras se metía debajo de las sábanas llevándome a mí con ella y
posteriormente quitándome la venda. No había notado que estaba bastante
cansado, por lo que me dormí rápidamente.
Cuando desperté, me encontraba una vez más desnudo y
atado en spread-eagle a la cama, vendado, amordazado con una mordaza-bola y con
algo que no podía descifrar qué era metido en mi culo.
Sentí plumas haciéndome cosquillas en el pecho y las
axilas. Parecía ser que mi Ama se había despertado antes que yo y con ganas de
seguir jugando. Me hizo cosquillas sin piedad por todo el pecho y las axilas,
en mi vientre y mi entrepierna. Luego pasó a las suelas de mis pies y a mis
muslos internos, hasta que finalmente se dirigió a mis genitales. Yo me
retorcía de un lado al otro, sin poder moverme demasiado y viéndome forzado a
resistir la tortura.
Tras pocos minutos más de esto, Ama Michelle se
detuvo. Me habló directamente al oído y me dijo:
-Te voy a decir algo. Eso que tienes metido en el culo
es el extremo de una bolsa con un enema. Lo único que quiero es que te
masturbes para mí. Si logras eyacular para mí en menos de tres minutos, voy a
quitarte eso del culo, desatarte y dejarte que me hagas el amor de la manera
que quieras. Voy a ser una verdadera salvaje. Pero si no lo consigues... voy a
dejar que fluya el enema y luego voy a tapar tu culo con un tapón inflable y
muy grande que tengo y pienso dejarte así sufriendo con el líquido en tus
intestinos por el tiempo que me parezca. ¿Qué dices?
Sin dudarlo moví la cabeza asintiendo. Sabía que
eyacular en tres minutos –o incluso menos- no era un problema. No soy un
eyaculador precoz, ni nada por el estilo, pero dada la suficiente velocidad en
la masturbación y un buen nivel de excitación, podía hacer semejante cosa sin
ningún problema. Y en cuanto al nivel de excitación, mi pene estaba completamente
erguido y muy duro una vez más.
Mi Ama me quitó la venda y me dejó ver su sonrisa de
satisfacción. Estaba completamente vestida. Soltó mi mano izquierda a lo que la
miré con inquietud.
-Yo no te dije que iba a dejarte masturbar con tu mano
más hábil, ¿o sí? –dijo sonriendo. A pesar de tener que usar la zurda, siendo
derecho, confiaba en que aún podía llegar a conseguir mi meta. Y la visión de
mi Ama cumpliendo su promesa si lo lograba era suficiente estímulo.
-¿Preparado? ¡¡YA!! –dijo mi Ama encendiendo un
cronómetro.
Empecé a masturbarme con mi mano libre aplicando la
mayor velocidad posible. De pronto mi Ama me advirtió que sólo quedaba un
minuto. Pero yo ya sentía que estaba muy cerca del orgasmo. Y entonces, mi Ama
tomó la base de mi pene, apretándola fuertemente. Esto me impidió poder
eyacular, y fallé en mi cometido. Mi rostro pronto se tornó de preocupación
extrema por lo que entonces iba a suceder. Mis entrañas se verían inundadas por
el líquido del enema y obligados a retenerlo por tiempo indefinido.
Mi Ama volvió a asegurar mi mano izquierda en el poste
de la cama. Abrió una válvula y el enema comenzó a fluir.
Tras un corto tiempo, Ama Michelle retiró la boquilla
del enema de mi culo y en su lugar colocó el tapón. Era grande de verdad. Y lo
fue más aún cuando lo infló un par de veces. Me sentía completamente lleno e
invadido por culpa del enema y del tapón que no me dejaba expulsarlo.
Mi Ama entonces se dio la vuelta y se dirigió a la
puerta.
-Vuelvo en un rato, me voy a ir de compras.
Mi cara se volvió más pálida aún. Cuando Ama Michelle
llegaba a la puerta para irse se acordó de algo.
-¡Ah! Aquí tienes algo para que no te aburras en mi
ausencia- se acercó y encendió el vibrador del tapón anal. Lo ajustó en una
velocidad de aproximadamente 5/6 del máximo y se fue.
No tengo idea cuánto tiempo pasó hasta que mi Ama
finalmente regresó, pero para mí pareció una eternidad. El líquido dentro de mi
cuerpo se había convertido en un dolor insoportable, y había perdido casi por
completo la sensibilidad de mi culo por culpa del tapón vibrador.
Mi Ama me desató y sin quitarme el vibrador, me
acompañó hasta el baño. Caminar me resultaba muy difícil. Cuando llegué al baño
le dije que la amaba mucho. Inmediatamente me di cuenta que había hablado sin
permiso, pero a mi Ama no le importó eso y me besó profundamente diciéndome “yo
también” con una sonrisa de oreja a oreja.
Ama Michelle me dejó en el baño, donde quité el
vibrador de mi culo y finalmente expulsé todo el líquido, que salió claramente
de un tono muy marrón. Sin duda el predicamento también había ayudado a
limpiarme a fondo.
-¿Ya terminaste?- me preguntó mi Ama desde el otro
lado de la puerta del baño.
-Sí, Ama- le respondí. Entonces irrumpió en el baño y
me empujó contra la pared del mismo, besándome apasionadamente. Sin perder
tiempo, se desvistió y nos metimos ambos a la ducha, donde hicimos el amor como
nunca antes lo habíamos hecho, borrachos de una pasión y una excitación nunca
antes experimentaba por nosotros dos.
CAPÍTULO 2 – Mi esclavitud se hace más evidente
Tras
ducharnos, ya era de noche y ambos estábamos bastante cansados. Nos fuimos
derecho a la cama y dormimos placenteramente.
Al
despertarme, vi su desnudo cuerpo dormido y tendido al lado mío. Michelle
parecía un ángel. Parecía increíble que horas antes había encarnado el rol de
una “cruel” Ama. Me quedé observándola, esperando que se despertara. Y cuando
abrió sus ojos, la sorprendí con un beso apasionado.
-Te
amo –le dije-. ¿Cómo supiste con tanta precisión qué era lo que a mí me
gustaba?
-Estuve
investigando en Internet. También revisé esas historias que tienes guardadas en
tu disco rígido y entré a algunos de tus sitios favoritos. Especialmente a BDSM
Library. Bajé un par de cuentos y para armar la escena combiné las cosas que
parecían gustarte más junto con las que a mi me excitaban. Después me dediqué a
practicar sola aquí, tratando de armar el personaje.
-¿Y
te gustó lo que hiciste ayer, te excitó?
-Mucho,
pero ello no significa que me haya dejado de gustar el viejo y querido sexo
común y silvestre –me contestó, acariciando mi muslo con su pierna.
Me
besó y rápidamente nos encontrábamos excitados y haciendo el amor. Tras liberar
mi esperma dentro de ella y tener mi orgasmo, le chupé su clítoris y le lamí la
vagina hasta que la hice terminar a ella también.
Me
vestí y partí. El de ayer había sido un día que quedaría en el recuerdo y en la
historia.
Pasaron
un par de semanas antes que volviéramos a vernos envueltos en actividades de
BDSM. La siguiente oportunidad también fue una sorpresa para mí: entré a su
casa y ella apareció por detrás de mí, cubriéndome la boca con un pañuelo que
estaba empapado en algo. Cuando sentí que mis piernas se aflojaban, comprendí
que se trataba de cloroformo[1].
Al
despertarme, me encontraba una vez más atado en spread-eagle desnudo en su
cama. En el instante en que me di cuenta de mi condición, sentí mi verga
endureciéndose.
Michelle,
o mejor dicho Ama Michelle, se encontraba de pie al lado de mi cama, vistiendo
solamente una tanga azul oscura y observándome con atención.
-Parece
que la bella durmiente finalmente se despertó. No quiero que salga ni un sonido
de esos labios –me dijo en tono serio-, te lo digo por tu propio bien. Si
escucho cualquier cosa vas a ligar un castigo –añadió. Yo asentí con la cabeza,
haciéndole saber que entendía lo que me estaba diciendo -. Mmm... ¿sabes que
estás lindo así atado y desnudo, a mi completa merced? Y esa verga inservible
que tienes ya está otra vez parada, parece que no se cansa. A ver...
Lentamente
bajó su cabeza, abriendo su boca para engullir mi pene dentro de su cálida
garganta y a la húmeda morada de su lengua. Lamió la cabeza de mi pene un par
de veces, dándole golpecitos con la lengua hasta que finalmente lamió toda la
longitud de mi verga por la parte inferior hasta que alcanzó mis bolas cargadas
de semen y listas a ser vaciadas. Las lamió por unos instantes e inclusive
llevó una de ellas dentro de su exquisita boca, chupándola por completo.
Pero
finalmente, dejó mis genitales en paz y se movió hacia mí. Se sentó con su culo
sobre mi dura verga, de frente a mí y observándome con una mirada profunda. Se
acarició los pechos, frotando y tirando de sus pezones, echando su cabeza hacia
atrás y suspirando levemente. Ligeramente movió su trasero frotando mi
erección, haciéndome desobedecerla y suspirando con la necesidad de que
estimulara más directamente mi verga.
-Creí
haberte dejado claro que no quería que soltaras ni un sonido, putito de mierda
–me dijo-. Ahora voy a tener que castigarte. Pero eso lo voy a dejar para
después. Ahora quiero que me des una buena lamida de pies -, y con ello dirigió
sus bellos y hermosos pies a mi boca.
Lamí
su dedo gordo y el resto de sus dedos con entusiasmo. Me los llevé a la boca y
los chupé con abandono. También pase mi lengua por su suela y por su empeine.
Me esforcé por complacerla por completo. Repetí el trabajo con el otro pie
también. Mi Ama parecía estar complacida.
Mientras
chupaba sus pies como si fueran chupetines, ella seguía restregando su culo en
mi verga, excitándome cada vez más hasta niveles casi intolerables. Entonces,
apartó sus pies de mi boca y se puso de pie.
-Creo
que ya tuviste bastante de esta tortura, ¿no? –me dijo-. Creo que estás listo
para que saque un poco de leche de tu inútil verga, ¿verdad?
Asentí
rápidamente, desesperado por terminar. Ama Michelle llevó sus dos manos a mi
pene y empezó a masturbarme con fuerza y velocidad, moviendo ambas manos de
abajo hacia arriba por toda la longitud de mi miembro. De verdad no hacía falta
mucho de esto para hacerme terminar, así que pronto estuve al borde del clímax.
Justo en ese momento, mi Ama se detuvo.
-Mmm...
cambié de parecer, creo que mejor quiero que este pito insignificante esté
totalmente flácido, para demostrar lo patético que eres, mi putito –me dijo. Y
con eso llevó un cubo de hielo a mi verga y la frotó por toda ella, hasta que
mi erección subsidió y mi pene quedó reducido a su mínimo tamaño. A pesar de
esto, mi excitación iba en aumento.
Ama
Michelle mantuvo ese cubo de hielo sobre mi verga, manteniéndola justo de la
manera que ella quería, mientras frotaba otro por mi pecho y pezones,
haciéndome tiritar del frío y que estos se endurecieran.
Dejando
mi pecho por un momento, me amordazó con una bola explicándome que no quería
que soltara un sonido y que ya había probado que no podía controlarme a mí
mismo en ese sentido. Tan pronto hubo ajustado la mordaza, deslizó un cubo de
hielo en mi culo. Me retorcí en mis ataduras debido al frío y a la inesperada
invasión de mi recto, pero a este cubo de hielo lo siguió otro. Metiendo su
dedo profundo dentro de mi culo impulsó el hielo muy dentro de él.
Ama
Michelle procedió a liberar mis tobillos y los ató nuevamente, pero esta vez a
los postes que mantenían inmóviles mis muñecas, haciendo que todo mi cuerpo se
doblara y dejando mi culo extremadamente vulnerable.
Sentí
que mi Ama comenzaba a deslizar un dedo dentro de mi apertura anal,
describiendo círculos alrededor de ella e insertándolo lentamente. Otro dedo lo
siguió instantes después. Apenas podía ver desde mi posición, pero dado que no
le estaba costando demasiado llenar mi culo con sus dedos asumía que estaba
usando bastante lubricante. Para mi sorpresa, mi Ama no se detuvo al insertar
el tercer dedo... ni el cuarto. Pronto ya tenía dentro de mí los cinco dedos de
su mano derecha. Empezó a moverlos hacia todos lados, expandiendo mi apertura y
haciéndome soltar acallados gemidos. Me estaba cogiendo con sus dedos y con una
habilidad que no sabía que poseía, ya que estaba frotando mi próstata de una
forma extremadamente erótica y excitante.
Notó
que mi pene volvía a erguirse, por lo que sin detener su trabajo en mi culo
deslizó nuevamente un frío cubo de hielo por mi verga hasta que nuevamente mi
erección se vio reducida. Yo sentía que explotaba de placer. De repente, mi Ama
quitó su mano de mi culo.
Sin perder tiempo, estimuló la entrada de mi ano con
un consolador strap-on. Se lo acababa de colocar en su cintura y estaba
jugueteando con la punta de él en la entrada de mi culo.
-Te dije que eras mi putita... pero todavía no había
tomado el placer de tomarte. Ahora pienso cogerte, esclavo mío –me dijo.
Se inclinó y me besó en la mejilla, para luego
inmediatamente meter fuertemente su verga dentro de mi culo. Y empezó a cogerme
con ella. La deslizaba dentro y fuera de mi ano, y mi pene una vez más se
rebeló y se paró. Esta vez mi Ama no hizo nada al respecto.
Mi Ama siguió tomando mi culo incrementando su
velocidad progresivamente, y empezó a gemir de placer. De mi boca salían
gritos, de placer claro, pero eran ahogados por la efectiva mordaza. Mi Ama
siguió cogiéndome cada vez más rápido. Su strap-on tenía un dispositivo que le
acariciaba el clítoris cada vez que lo impulsaba dentro de mí.
-¡¡Estoy a punto de terminar dentro tuyo puto mío!!
–anunció, y segundos después sentí una calidez llenando mi culo, mientras mi
Ama gritaba del placer al llegar a su orgasmo. El strap-on que estaba usando
también era capaz de “eyacular” con algún líquido con que se lo llenara
previamente, y mi Ama eligió el momento en que llegó a su orgasmo para “eyacular”
dentro de mí.
Tras su orgasmo, mi Ama se derrumbó sobre mí, con su
verga todavía profundamente dentro de mi culo. Besó mi pecho y luego impulsó su
verga dentro y fuera de mi ano una vez más, esta vez más lentamente. Al mismo
tiempo comenzó a masturbarme, incrementando el tempo progresivamente, pero
manteniendo constante la velocidad del consolador dentro de mi culo.
-Tienes permiso para terminar –me dijo mi Ama. Eventualmente
grité con toda mi fuerza (aunque ahogado por la mordaza), propulsando mi cuerpo
hacia arriba y terminando sobre mi pecho e inclusive alcanzando mi rostro.
Mi Ama finalmente se deslizó fuera de mí y desató mis
tobillos, permitiéndome estirarme un poco. Me quitó la mordaza y se arrojó
encima de mí, besándome apasionadamente, agarrando fuertemente mi cara y
penetrando mi boca profundamente con su lengua. Yo le respondí con igual
pasión.
-Te ves bien con toda esa esperma cubriendo tu cara
–me dijo-. Pareces de veras mi puta personal.
Luego desató también mis manos y me instruyó a bajar
de la cama y arrodillarme en el suelo.
-Varias veces he chupado tu verga antes, esclavo.
Quiero que ahora seas tú el que chupará la verga. ¡¡Chupa!! ¡Chupa mi verga y
límpiala!
-Sí, Ama –le contesté.
Me embarqué entonces en la tarea de chupar su pene.
Siendo hombre, sabía bien como me gusta que me lo hicieran a mí, por lo que
traté de hacerlo de una manera similar. Deslicé la verga de látex hasta la
mitad dentro de mi boca y froté toda la longitud con mi lengua por los
costados, finalmente describiendo círculos en la punta. Moví mi cabeza atrás y
adelante chupando con abandono y mi Ama me tomó por el pelo, empujando mi cara
hacia ella y haciendo que el strap-on estimulara su clítoris. Podía oler su
característico olor femenino y me daba cuenta que a pesar de haber tenido un
orgasmo recientemente seguía extremadamente excitada.
Seguí chupando hasta que mi Ama se mostró satisfecha.
Sostuvo mi cabeza alejada del strap-on hasta que terminó de quitárselo y volvió
a hundir mi rostro en su entrepierna, esta vez entrando en directo contacto con
su sexo. Lamí sus labios vaginales, deslizando mi lengua dentro de ella
también. Chupé su clítoris y le di un trato similar al que le había dado a su
verga, describiendo una vez más círculos alrededor de su fuente de placer más
intenso. Inclusive me tomé la libertad de mover mi lengua un poco más abajo,
lamiendo ligeramente su ano, lo que tuvo como repentina consecuencia que
empapara mi cara con sus jugos vaginales, llegando al clímax nuevamente.
Mientras su orgasmo se esfumaba, mi Ama sostuvo mi
cara pegada a su vagina. Seguí lamiendo y podía sentir como palpitaban sus
labios vaginales. Luego me hizo poner de pie y me besó profundamente,
haciéndome caer a la cama con ella encima de mí.
Permanecimos allí unos momentos para tratar de
recobrar el aliento. Pedí permiso para hablar, lo cual me fue concedido.
-Michelle, eso fue una de las cosas más excitantes que
jamás me haya sucedido. Dudo que alguna vez haya estado tan excitado y haya
tenido un orgasmo tan poderoso –le dije.
-Me alegra, mi mascota –me respondió sonriendo-. Pero
aún queda un asunto pendiente, ¿recuerdas? ¡Me desobedeciste! Te ordené que no
soltaras un sonido y no pudiste cumplirlo... así que ahora pienso castigarte
por ello como te mereces.
-Sí, Ama –atiné a responder, bajando la cabeza y
avergonzado.
Todavía desnudo, Ama Michelle me pidió que me pusiera
de pie. Ató mis muñecas juntas delante de mí y luego mis tobillos. Traté de
mantener el equilibrio con los pies atados juntos. Ella tomó un momento para
vestirse. Luego acercó una silla y se sentó en ella.
-Ven aquí, acuéstate boca abajo en mi regazo –me
ordenó.
-Sí, Ama.
Ni bien estuve en la posición indicada, bajó con
fuerza su mano sobre mis nalgas.
-Cuéntalos –me instruyó.
-Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis... siete, ocho,
nueve, diez... once, doce... trece, catorce, quince, dieciséis, diecisiete,
dieciocho, diecinueve... veinte, veintiuno... veintidós, veintitrés, veinticuatro,
veinticinco.
De pronto se detuvo. Mi culo estaba en llamas, pero
sabía que merecía mi castigo por haber desobedecido sus órdenes. Mi verga, una
vez más erecta, se encontraba presa entre sus piernas. La escuché buscando
algo, sin moverse de su asiento. No pasaría mucho hasta que averiguara de qué
se trataba.
Alrededor de un minuto tras la última nalgada, golpeó
mi trasero con un cepillo para el pelo. Repitió esto cinco veces, tomándose
esta vez más tiempo entre cada golpe que cuando lo había hecho con su mano
desnuda.
-Espero no tener que repetir esto en el futuro –me
dijo-. Te amo mucho, y si bien esto me excita, preferiría no tener que
castigarte y que siguieras correctamente mis instrucciones.
-Sí, Ama, voy a dar lo mejor de mí para obedecerla
completamente en adelante.
-Así me gusta, mi mascota –me dijo mientras acariciaba
mi pelo como a un perro.
Tras esto, me hizo bajarme de sus rodillas, me desató
y fuimos a ducharnos juntos. Una vez más, hicimos el amor de una manera
inusualmente apasionada bajo el agua. Cada vez se hacía más evidente que
nuestra relación BDSM nos excitaba mucho más que el sexo común y silvestre y
que podía llegar a cobrar gran importancia en nuestra vida de allí en más.
CAPÍTULO 3 – Esclavitud total
Varias
semanas pasaron. Mi mente y mi verga estaban impacientes porque llegara otro
momento donde mi novia Michelle se convirtiera en mi Ama Michelle para que me
usara y se aprovechara de mí nuevamente. El sólo hecho de pensar en ello me
excitaba enormemente y me daba ganas de encontrar un lugar privado, estuviera
donde estuviera, para hacerme una paja pensando en mi Ama Michelle atándome y sometiéndome.
Por
primera vez, nuestra sesión de BDSM no la inició ella. Fui yo quien le planteó
el tema:
-Michelle,
no doy más, necesito que me domines nuevamente. Quiero ser otra vez tu esclavo
y complacerte de todas las maneras que puedas desear e imaginarte.
Ella
inmediatamente saltó de su normal carácter al de la estricta Ama Michelle
-Así
que querés ser mi esclavo... qué putito de mierda que sos –me respondió-.
¿Estás seguro de lo que me estás pidiendo? Porque de ser así pienso tomar
medidas para hacer de tu esclavitud algo más permanente.
-Sí,
Ama, estoy seguro. Quiero vivir para Ud. y complacerla en todo momento.
-Bien,
que así sea entonces. Pero voy a tener que castigarte por plantearme esto sin
permiso y sin saber mi opinión al respecto. De todas maneras, pienso que es
mejor dejar eso para después –dijo sonriendo.
-Sí,
Ama –fue mi simple respuesta.
-Muy
bien... quiero que vayas a mi dormitorio arriba, te desnudes por completo y me
esperes allí arrodillado y mirando hacia el suelo, de espaldas a la puerta.
-Sí,
Ama.
Me
dirigí hacia su dormitorio, me quité toda la ropa y me arrodillé esperando por
mi Ama. Unos 15 minutos después, ella entró a la habitación y me instruyó que
permaneciera en mi posición, sin moverme y que no la mirara.
Me
quedé mirando al suelo, mientras las botas de mi Ama aparecían en mi rango
visual, parándose ella justo delante de mí.
-Quiero
que sigas arrodillado, pero que lleves la frente al suelo, cierres los ojos y
permanezcas en esa posición hasta que te diga.
-Sí,
Ama –respondí, y coloqué mi frente plana contra el suelo, cerrando los ojos.
-Ya
que quieres ser mi esclavo permanentemente, habrá que hacer un par de cosas
contigo –me dijo–. Primeramente deberé escoger un nombre para ti. El tuyo no
sirve, debe ser un nombre que denote tu posición de inferioridad ante mí.
Veamos, veamos... creo que Verguita servirá muy bien, porque en definitiva eso
es lo que sos: una caliente y diminuta verga que lo único que quiere hacer es
coger. Putito también puede servir, pero me voy a quedar con Verguita. Ese es
tu nuevo nombre, ¿comprendido?
-Sí, Ama.
-¿Cuál es tu nombre?
-Verguita.
-Muy bien, mi putito, me gusta que vayas entendiendo.
Pronto te voy a hacer un collar con tu nombre gravado. Además de tu nuevo
nombre, vamos a necesitar limpiarte y mantenerte aseado. Eso implica mantener
tu culo limpio con enemas y tu vello púbico inexistente en todo momento. ¿Vas a
mantener tu entrepierna afeitada siempre, Verguita?
-Sí, Ama.
-Muy bien. También tenés que saber que ser mi esclavo
implica que sos de mi propiedad, y que ese cuerpo que habitás no te pertenece a
vos, sino a mí. Como soy dueña de tu cuerpo, tu pija es la más preciada de mis
posesiones, así que vas a tocarla o usarla solamente cuando tengas mi permiso,
¿entendido?
-Sí, Ama.
-Muy bien. Levantá la cabeza y seguí arrodillado.
Mi Ama me puso un collar y luego le añadió una correa
que ató a su tobillo derecho.
-Seguime –me dijo–, arrastrándote por el suelo. Vamos
a limpiar tu sucio cuerpo.
Se dirigió al baño y yo la seguí arrastrándome por el
suelo en cuatro patas. Allí desató la correa y la quitó de mi collar. Me hizo
sentar en el inodoro y llenó mi entrepierna de crema de afeitar. En 15 minutos,
dejó la zona completamente libre de pelo, incluyendo mis bolas y mi verga. Luego
procedió a afeitar también mi culo y mis nalgas.
Tras quedar libre de pelo como ella lo deseaba, me dio
un enema para limpiar el interior de mi culo. No fue nada parecido al primero
que me había dado aquella vez, dado que no fui forzado a retenerlo en esta
oportunidad, simplemente me llenó el intestino de agua y me ordenó que la
dejara salir para limpiarme.
Me llevó nuevamente a su habitación y me dijo que me
colocara en cuatro patas. Así lo hice y ella fue a conseguir su strap-on.
-Esta va a ser la primera vez que te coja como mi
esclavo personal, Verguita. Espero sea especial.
Dicho esto, metió su verga de látex en mi culo y
comenzó a cogerme, mientras pasaba sus manos por delante de mí agarrando mi
pija con ellas y masturbándome ferozmente. Acabamos prácticamente al mismo
tiempo, yo teniendo su permiso de hacerlo previamente, y esa fue la vez que más
disfruté que mi Ama me cogiera por el culo.
-Muy bien –me dijo luego de nuestros orgasmos–, es
hora de tu castigo. Súbete a mi regazo para tu paliza.
Me coloqué en sus rodillas con el culo listo para que
mi Ama lo azotara. Me dio 25 golpes fuertes con su mano, repitiéndome que nunca
más le propondría nada sin su permiso ni sin saber su opinión al respecto
primero.
Pasaron unas semanas en que nuestra relación había
cambiado por completo. Cuando estábamos alrededor de gente, simulábamos seguir
como siempre. Pero cuando quedábamos solos, nunca había un momento en que me
tratara igual. Siempre era su esclavo y yo cumplía absolutamente todo lo que
Michelle me pedía.
Un día en que me preguntó si había cumplido su
exigencia de no tocar mi propio pene sin su permiso, tuve que admitirle que
había sucumbido a la tentación y que me había masturbado en el baño tras
habernos visto el día anterior. Es que ella había estado jugando conmigo y
calentándome todo el tiempo sin cesar, besándome, acariciándome de las maneras
que me vuelven más loco, pero sin permitirme soltar toda esa energía sexual con
un orgasmo. Así que ese día la desobedecí y me fui al baño para soltarla por mí
mismo. No era igual, pero algo era algo.
-Esperaba que algún día tu cerebro verdadero iba a ser
más fuerte que ese que tenés en la cabeza –me dijo–. Voy a tener que hacer algo
al respecto para mantener tus manos lejos de mi propiedad.
Tragué saliva. No tenía idea de qué estaba hablando,
pero no nada sonaba bien. Ama Michelle era muy buena en líneas generales, pero
cuando se enojaba o yo no me comportaba podía ser la más cruel de las personas.
Me dejó allí arrodillado con la frente plana contra el
suelo mientras iba a buscar lo que decía iba a necesitar para esto.
Cuando regresó me ordenó que mirara. En su mano tenía
un anillo transparente y un cilindro curvado que obviamente eran una sola
pieza. El cilindro se unía al anillo y se trababa en su lugar con un candado.
Mi cara se puso pálida al caer en la cuenta de lo que mi Ama tenía en la mano:
era un dispositivo de castidad para mi verga.
-Así es, Verguita –me dijo mi Ama al ver la expresión
de terror de mi rostro, mientras tomaba mi pene en su mano–, voy a encerrar
esta propiedad mía en este dispositivo para que no puedas tocarla ni usarla a
menos que yo abra el candado.
Dicho esto, mi Ama trabó el mecanismo infernal en su
sitio, y para mi horror me di cuenta que efectivamente no podía tocarlo ni
tampoco tener una erección.
-Vas a usar esto permanentemente –me dijo–, hasta que
me convenzas de que puedo confiar en vos para no tocar mi propiedad. Sólo
entonces te lo voy a quitar. Por supuesto que cada tanto, cuando me vengan
ganas de hacer uso de esa verga que es mía, voy a sacártelo temporalmente. Pero
una vez cumplido su cometido volverás a tener eso puesto. Así que si no querés
quedarte con eso meses o inclusive años, creo que vas a tener que empezar a
portarte muy pero muy bien conmigo. Dentro de 4 semanas voy a evaluar si te lo
quito o te lo dejo puesto.
La carcajada malévola de mi Ama se clavó en mi mente y
terminó siendo un sonido que jamás pude olvidar. El que me haya hecho esto me
hacía amarla tanto y a la vez odiarla...
Amo a mi Ama. Quiero ser su esclavo y su juguete por
toda la eternidad.
FIN